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Greetings from Sister Marlita /Saludos de Sister Marlita

Today we hear the story of the Last Judgment, and Jesus is presented as a judge. It is just one image we have as Jesus, Christ the King. As a judge, Jesus administers both justice and forgiveness. We would probably prefer to see Jesus as kind, loving and merciful only. But He does not come to condemn us, but to forgive us. We simply need to know that we will have to give an accounting of ourselves.


In other words, the way we live will catch up with us. The good we have done, and the good we have not done, and the evil we have done will judge us; Jesus will not have to judge us. There is no getting around it.


What we do to the least of our brothers and sisters, we do to God. This is not to imply that we can ignore our obligation to worship, praise, and thank God. That still is the greatest commandment: to love God above all things. But we are reminded today how important the second commandment is, which is: to love our neighbor as ourselves. So loving God, loving Jesus inspires us to love our neighbor, for when we love another, a relative, friend, associate, and even someone who dislikes us or whom we dislike, especially if they are truly needy, we are loving Jesus.


It will be the love that is in us that will determine whether our eternity will be one of peace and joy, or one full of regret for having thrown away the chances God gave us to know him and love him and love others. Let’s reflect on that today.


Sister Marlita Henseler


Hoy escuchamos la historia del Juicio Final, y Jesús se presenta como juez. Es sólo una imagen que tenemos como Jesús, Cristo Rey. Como juez, Jesús administra tanto la jus!cia como el perdón. Probablemente preferiríamos ver a Jesús como bondadoso, amoroso y misericordioso solamente. Pero no viene a condenarnos, sino a perdonarnos. Simplemente necesitamos saber que tendremos que dar una contabilidad de nosotros mismos.


En otras palabras, la forma en que vivimos nos alcanzará. El bien que hemos hecho, y el bien que no hemos hecho, y el mal que hemos hecho nos juzgarán; Jesús no tendrá que juzgarnos. No hay manera de evitarlo.


Lo que le hacemos a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas, lo hacemos a Dios. Esto no implica que podamos ignorar nuestra obligación de adorar, alabar y dar gracias a Dios. Ese sigue siendo el mandamiento más grande: amar a Dios por encima de todas las cosas. Pero hoy se nos recuerda lo importante que es el segundo mandamiento, que es: amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Así que amar a Dios, amar a Jesús nos inspira a amar a nuestro prójimo, porque cuando amamos a otro, a un pariente, amigo, asociado, e incluso a alguien que no nos gusta o a quien no nos gusta, especialmente si son verdaderamente necesitados, estamos amando a Jesús.


Será el amor que hay en nosotros el que determinará si nuestra eternidad será de paz y gozo, o uno lleno de arrepen!miento por haber desechado las oportunidades que Dios nos dio de conocerlo y amarlo y amar a los demás. Reflexionemos sobre eso hoy.


Hermana Marlita Henseler

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